Buscando la fórmula mágica de una crianza compartida
A manera de excusa
quiero decirle a mis lectores que el tiempo que estuve ausente de El Canal de
los Monos lo empleé sabiamente: ¡Tuve un hijo! Fueron meses de práctica (la
mejor parte) formación, apego y amor en abundancia hasta lograr la
"perfección". Pues, hoy día, tengo el PERFECTO resultado de la unión
de un boricua y una dominicana. Se llama Raúl Alejandro.
Físicamente es mi
propia versión, con un pene. En cambio, su personalidad se orienta hacia el
lado paterno. Igual de conversador, charltán y sinvergüenza que una roca en Júpiter…
Exacto. Es un niño serio, observador,
saludable y ama las pelotas (de futbol, baloncesto, ¡cualquiera!). Así como
jugar al aire libre.
Él, mi descendencia, nació en Puerto Rico. Ahora sí que estoy liada a esta patria que no me vio nacer pero está siendo testigo de mi madurez, evolución como mujer, esposa y madre.
Aunque este escenario
me enamora les confieso que me da celos que mi hijo vaya amarlo más que a mi
propia Quisqueya. Y si el destino nos amarra de manera permanente a esta
tierra, lo natural será que aprenda a decir "ay benditooo",
mucho antes que "oh, pero bueno".
Inevitablemente me pedirá un "canto" de chocolate. Y querrá que "cache" su pelota cuando estemos jugando. Claro que si me pide "Aghó" (arroz) irá derechito a su cuarto de castigo. ;-) Eso incluye: Haiga y Estábanos.
Cuando vaya de vacaciones a República Dominicana le dirán el "Bori" y será como una puñalada para mí que he condenado tanto esos epítetos.
En esta entrada lo único que tengo que exponer es mi perplejidad. Reconozco que no se cómo voy a enseñarle a Raúl Alejandro que su ascendencia tiene una raíz que sabe a caña y se mueve con las notas de un merengue apapichao. Que las habichuelas con dulce son sabrosas, no importa la diarrea como posible efecto secundario -o lo que digan por ahí-.
No se cómo enseñarle a un niño que a veces no se es blanco o negro, sino un matiz que navega entre dos tonos, resultando un gris espectacular. Que él es puertorriqueño pero también dominicano.
Tengo miedo.
Mi amiga Elizabeth me cuestiona por qué quiero hacerle su doble ciudadanía y yo no sé que responder.
De repente pienso que es conveniencia: "Para que no pague impuestos por visitar el país que también le pertenece". Pero es algo más. Si hace la fila en el aeropuerto para pagar la tarjeta de turista, se sentirá como turista siempre. Yo fui una turista en Aruba y disfruté de una playa chulísima y una cerveza muy rica. Tengo fotos sonriendo, en las que claramente se nota que soy turista. Aruba me gusta pero no me duele.
No quiero ver fotos de RA en chancletas, en Boca Chica, con un Yaniqueque en la mano y sonriendo como cualquier hijo de gringos.
Quiero ver fotos en la cocina de la casa de mis padres, en pijamas, tomando chocolate y cara de pocos amigos. O con una sonrisa enorme en el balcón, porque sus abuelos lo miman demasiado. ¿Me explico?
No quiero que Santo Domingo sea un destino de paseo ocasional. Prefiero una custodia compartida.
Mi plan de acción incluye mucha lectura... Si ama leer podré comprarle obras de autores dominicanos donde se refleje nuestra cultura.
Que ame el español, no el spanglish. Que aprenda y domine el inglés con gracia y pureza, respetando su legua romance natural.
Recuerdo una ocasión, que no puedo decir que me traumatizó, pero sí me marcó. Yo debía tener 11 o 12 años y vine de paseo a Puerto Rico. Aquí tengo familia y antes de que varios de ellos emigraran y mi abuela materna muriera, nos reuníamos con frecuencia. Cierta chica dominicana, pero con más de la mitad de su vida aquí me pidió que no dijera en voz alta que éramos dominicanos. Caminábamos como 7 u 8 primos por una calle de San Juan cuando me lo dijo. Aunque mayor que yo, ella también era joven y lo único que puedo suponer es que su vergüenza tenía como madre la experiencia. Amigos en la escuela, chistes de dominicanos y una evidente falta de inculcación de amor patrio. Ella debió ser víctima de la xenofobia y yo no lo entendía. Hoy, más de 20 años luego, veo a mi hijo y no quiero imaginarlo ocultando con premeditación su origen.
Lo prefiero como yo, que se visualice como un embajador de su tierra pero en su propio país porque él pertenece a dos y no a uno sólo.
Mis amigas, madres de "Dominiricuas", me aseguran que es imposible combatir la influencia de su entorno.
Gheidy, por ejemplo. Su hijo Phil, cuando viaja a la República Dominicana la aborda con preguntas de comprometedora respuesta:
- Mamá, ¿por qué ese niño está sin zapatos?, por qué está desnudo?
Y ni hablar de una ocasión que el niño participó de los funerales de un familiar. Yo podía sentir la angustia de mi amiga a través del teléfono, al tener que lidiar con la tristeza de su pérdida y el asombro del pequeño ante la exposición de tanto dolor en el marco de unos rituales muy propios de nuestra cultura campesina.
Insisto en que quiero una postura neutral de doble amor y conocimiento. Que si bien conoce a Luis Muñoz Marín sepa quién es Juan Pablo Duarte. Y que el proceso sea una experiencia divertida de asumir. La aventura de tener dos historias que contar.
En diciembre ya me pusieron la primera etiqueta de parte de una compatriota: "Tú lo estás criando como aquí" (En tono despectivo). Sólo porque sigo a pie juntillas las recomendaciones de la Academia Americana de Pediatría en cuanto a la alimentación de mi bebé y no le di a probar el lechón en una fiesta de Navidad.¿Acaso no puedo tomar un poco de aquí y allí? Juro que en la próxima Semana Santa Raúl Alejandro probará las habichuelas con dulce. La AAP no dice nada al respecto.
Recientemente viajé a la República Dominicana y traté de ser lo menos quisquillosa posible. Lo bañé con agua de la pluma. Mi amiga Yokayra que vive en España y también estaba de visita casi muere cuando se lo dije. "Amiga, no te arriesgues. Usa agua Orbitz". Y honestamente, terminé obedeciendo cuando su discurso concluyó con las palabras GASTROENTERITIS AGUDA.
Reconozco que es imposible seguir un patrón unilateral, perfecto, inflexible.
Así quiero que Raúl Alejandro se críe. Con la certeza de que las mezclas dan el mejor resultado. Cuando tomamos prestado de aquí y allí alcanzamos el balance de nuestra vida, de nuestro ideal, de lo que nos satisface, partiendo de que Él mismo es eso: Una mezcla riquísima de una dominicana parlanchina y un boricua comedido.