Marcha de novias (2da. parte).... Anda! Lee primero el de abajo!
Y marchamos las novias. Tal y como predije en la entrada anterior, hubo calor, sudor y las cámaras de televisión y prensa tomando nuestro peor ángulo. Lo que no imaginé es que - por hoy- no sería Cristina Marrero. Una cruz de madera tenía tatuado el nombre de la víctima a la que por un día yo daría vida durante mi caminar en la marcha. Yo fui Wilmary Vázquez Hernández de 24 años, asesinada a cuchilladas por su pareja, frente al hijo ambos, un niño de tres años. Mi compañera y colega, Awilda Gómez personificó a Marisol Rivera Rivera, una madre que dejaba a su niña en la escuela el día que le dispararon en la cara. Se presume, fue su pareja.
Sobre 30 mujeres caminamos por el Paseo de Diego con 31 cruces representando a las 31 mujeres muertas en Puerto Rico en lo que va de año. Como dijo Romelinda Grullón, portavoz del Centro de la Mujer Dominicana, “somos un cementerio viviente”. Y yo agrego, dominicanas alzando las voces silenciadas de un grupo de puertorriqueñas asesinadas.
Cuando leyeron los nombres de la lista de víctimas, todas nos estremecimos, al escuchar la historia de la chica que ahorcaron con un cable de teléfono, la que acuchillaron, la que balearon y a las que después de matarlas, el abusador fue, además, un cobarde y se suicidó.
Como dominicana no espero que se nos rinda tributo alguno por haber caminado unas cuadras. Ellas, las víctimas, son las que merecen honor en este mes de la mujer, y recordación todos los días del año. Por ellas, pensamos en educarnos para evitar en lo posible caer en un ciclo de violencia y repetir en nuestra vida una lamentable historia; por ellas recordamos que aunque nos separa la patria, el género nos une.
Pero, no puedo dejar de mencionar que nos queda mucho camino por recorrer –y no esperamos llegar a la meta con una marcha de dos horas-. La marginación y los estereotipos siguen siendo parte de la vida de muchos dominicanos y dominicanas en Puerto Rico, y mi instrumento de medición siguen siendo los comentarios de endi.com. Al pie de la noticia que relataba esta marcha, un lector comentó que si nosotras las dominicanas “saliéramos de los prostíbulos, nos expondríamos menos a la violencia” (What?). Una estupidez total. Lo sé. O el individuo no entendió la noticia o para él, simplemente, el dominicano tiene prohibido abrir la boca en Puerto Rico. Pero como dije, despacio, llegaremos a la meta.
En relación a mi boda de hoy, debo concluir diciendo que, finalmente, ¡sí! me casé por la paz de todas las mujeres puertorriqueñas, dominicanas y hasta camboyanas. Además, mi marido fue uno de los poquitos hombres que aceptó caminar entre todas las novias. Esto fue una fallida predicción en la parte 1 de esta historia. El no tiene idea de lo importante que fue para mí verlo cerquita con su camiseta blanca.
Como Raúl no lee mi blog, espero que alguno de ustedes le diga lo feliz que está su esposa de no haberse casado con un cobarde.