Relato de una dominicana con anestesia

Voy a desempolvar este espacio después de tantos años, aprovechando el efecto de la sedación que sutilmente abandona mi cuerpo y me convierte en una persona más sincera y honesta. 

Para los lectores que desconocen mi rumbo, una breve actualización: Después del huracán María en Puerto Rico, emigré a los Estados Unidos, específicamente a San Antonio, Texas. 

¿Problemas de discriminación? Para nada. Solo puedo señalar que aquí soy mexicana donde quiera que llego. Ser latina en San Antonio es sinónimo de “órale güey”.

Algo como:

Do you speak spanish?

Of course! 

I’ll go to Acapulco next year (cara de emoción)

¡Nice! ¡Yo también quiero conocer Acapulco!

El otro detallito que puede resultar ofensivo más a mi esposo que a mi, es la pregunta de cómo “hicimos papeles” si no somos americanos… Porque yo soy dominicana y él es de Puerto Rico -una Isla del Caribe habitada por taínos-.  Así se siente cuando toca explicar que Puerto Rico es territorio americano y por tanto ni él ni mis hijos tuvieron que solicitar residencia o ciudadanía americana.

En general la experiencia ha sido maravillosa. Me he rodeado de latinos de diferentes países -esta ciudad es multicultural, en serio- y americanos nobles, decentes, sensibles que me animan a no avergonzarme de mi acento e incluso intentan soltar palabritas en español para luego decir:

“Your english is much better than my spanish” o la comparación de mi acento con el de Shakira 😂

De verdad que el tejano me ha hecho sentir en casa y quizás por eso mi blog de discriminación carece de sentido ahora. 

Pero quiero volver arriba, a la anestesia, y a mi primera experiencia médica más allá de una cita rutinaria en esta ciudad.

Me hicieron una endoscopia para descartar gastritis u algún otro asunto en el estómago. La última vez que me realizaron una fue en mi natal República Dominicana, lugar donde en dos ocasiones no cogí la anestesia y guardo el recuerdo del trauma en la memoria. 

La endoscopia, para empezar, me la hicieron sentada. O sea, SENTADA. 

Una inyección que no me hizo nada y el tubo pa’ dentro. Mi definición de ese procedimiento es VIOLACIÓN.  Me sentía violada, tratando de explicar que lo estaba sintiendo TODO, sin poder. 

Más de 20 años después estaba en una camilla, pensando que me iba a morir.

Ay señores, yo no sabía cuan cobarde con P yo soy, hasta hoy. Tenía miedo de que no cogiera la anestesia, y si la cogía tenía TERROR de no despertar. Pensaba en Raulito y Malena. Oré porque no puedo dejar dos niños sin mamá. 

Tenía lágrimas y todo. Cualquier otro pensaría: ¿Y esa ridícula?

Estos gringos me trataron con tanta compasión. A todo el que me preguntaba -y al que no- le hacía mi cuento triste.

“My country is a jungle”, dije con dolor. Ni Marimar se habría expresado con tanta pasión .

Una defensora de su país, una orgullosa del mangú, del merengue y la caña de azúcar, dando cátedra y testimonio de la mala práctica médica en el tercer mundo. Confieso que eran los nervios y un intento de justificar mi show de niño chiquito que le van a poner una inyección. 

Varias cosas no ayudaron a librarme del estrés… Empezando por la pregunta de si yo tengo un testamento. Nunca en la vida me habían abordado con eso. Él asegura que es un protocolo en procedimientos con anestesia. Pero; oh my god. Me sentí hasta irresponsable de responder ¡NO! 

Me puse a pensar en mis bienes materiales y concluí que igual habría sido patético validar legalmente un documento para heredarle mi maquillaje, skincare y ropa de ejercicio a María, mi Biblia y mis libros de Joyce Meyer a Elizabeth y mis suplementos sin abrir a mis coaches de #saldestempranoteam. 

Mátense ustedes con mi valiosa fortuna 😂

En fin, oré con tanto miedo, que Dios tiene que estar riéndose ahora de todas las veces que cito su Palabra a quien lo necesita;

“Se fuerte y valiente, no temas ni te desanimes, porque yo soy tu Dios que estaré contigo donde quiera que vayas”, Josué 1: 9

La buena noticia es que desperté de un procedimiento médico rutinario con pocas posibilidades de que saliera mal, sintiéndome que sobreviví sin un rasguño a La Casa de Papel en su episodio final. 

Esta gente, SON GENTE. Ni una sola enfermera aborrecía con su trabajo. Pura empatía y consuelo, cuál profesional bien pagado. 

El mejor halago que recibí fue sobre mi presión arterial. Me dijeron que es ejemplo de libros de texto médicos, jejeje y pensé con orgullo y alivio en estos últimos años de ejercicio y cuidado físico.

Las probabilidades de que algo salga mal aumentan con las condiciones como diabetes, hipertensión, etc. 

Vengo de una familia de alto riesgo cardiaco. ¡Mi abuelo murió en sus 30 y pocos! Poder contestar NO, a mis 42 años, al listado de preguntas relacionadas a enfermedades, me recordó que estoy tomando buenas decisiones. 

Aquí me desvié un poco para invitarte a revisar tus hábitos alimenticios y de ejercicio. ¡Tendrás una recompensa más valiosa que la reducción de medidas!

Estados Unidos me ha regalado mucho en los últimos 4 años. Una buena educación académica para mis hijos; asistencia médica (costosa) pero eficiente; amigas únicas, espectaculares, que me demuestran siempre que puedo contar con ellas. 

Puerto Rico fue y será siempre mi segunda patria. República Dominicana, el país que defiendo con uñas y dientes, tragando en seco la frustración de la corrupción. ¡Siempre! orgullosamente dominicana y oportunamente puertorriqueña.