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La boda de mi hermano



... Porque vivir fuera es perderse lo malo por fortuna y lo bueno por desgracia.

Como hermana desterrada que vive a un mar de distancia, hago buen uso del teléfono y de las redes sociales para mantener las relaciones hermano filiales activas. 

Gracias a ellas me entero que mi sobrina Gabriela está en un curso muy indisciplinado, donde los niños se tiran pedos apestosos (sí, así mismo. Y sí, esa es la palabra correcta).

Se que mi sobrino estudia locución y puedo apreciar como se cree la voz del pueblo, dando informaciones y emitiendo juicios sorprendentemente maduros para su edad y -a veces- escandalosamente disparateros en realidad.
Estoy lejos. Estoy cerca. 

Mi ahijado Josué ya está tan grande que sí salimos de la mano dirían que es mi apuesto y joven parejo (y yo, una abusadora. Sexy pero abusadora igual).

Es ventajoso vivir fuera. No te enteras de problemas ni de conflictos. Todo te lo guardan para cuando vas de visita en Navidad, con un:
"Yo no te quería decir nada para no mortificarte". Claro, ya todo está resuelto. Fantástico.

En estos días hay un corre corre. El sueño de mi mamá de casar a mi hermano con velo y corona se hará realidad. Y sí, dije hermano. 
A quién no le gustan las bodas en su familia? Total! Cuando faltan dos semanas es que afloran las diferencias, se escasea la paciencia y empieza la matanza intrafamiliar. Antes es pura adrenalina y felicidad. Así estamos nosotros.

Mi teléfono suena varias veces al día y los temas van desde nuestros posibles vestuarios y maquillaje, hasta los invitados que no se pueden quedar fuera de la lista.

La novia es una dominicana de raza. Una niña con pedigree -como decía mi tía-. Es dulce, es buena, comedida sin extremos. Nosotros somos exactamente lo contrario -sacando a mi papá, que debe ser adoptado-. Hablamos alto y no precisamente por turno. Hablamos sin reservas y las cosas por su nombre popular, no científico. A nuestro favor, las palabras CULO y MIERDA están en el diccionario.




Esta semana cometí la indiscreción de decirle a la novia de la novia (o sea, a la novia de mi hermano) que estaba en una conferencia telefónica familiar hablando de la boda. O sea, de SU boda. Ella me solicitó que la próxima vez no la dejáramos fuera. 

Hice una recapitulación mental y rápida de nuestra conversación:

(Los nombres han sido cambiados, para evitar que mi estadía en Puerto Rico se convierta en "para siempre y sin regreso") 

YO: Hay que invitar a tía Pachita.

Mami: Ay, Cristina! Tú tía Panchita se murió.

Yo: De verdad?!?!?!?! (Juro por Dios que no lo sabía). Pues no. No debemos invitarla.

Hermana: Ay, Cristina!!!!!
Quién no se puede quedar es Tía Lucrecia.

Yo: Claro que no! Tía Lucrecia se mea en los sitios! No vamos a pasar esa vergüenza con esa familia.

Hermana: Buena "jabladora"!

Yo: Mami, verdad que es verdad ?

Mami: Muchacha! Estate tranquila.
Sí, Sonia. Es verdad.

Hermana: Y el corsage de las despedidas de soltera, mami? Lo tienes?

NOTA: el corsage es un miembro sexual masculino (pene) hecho con pantimedias. Es el "amuleto de la buena suerte" de las novias de la familia que lo han llevado orgullosamente en sus despedidas de soltera.

Mami: Ay no. Ya se "deflecó". Tengo que comprar medias para hacer otro.

Yo: Pues no compres las medias tan claras, porque Nelsito tiene el "bimbolo" prieto, yo creo.

Hermana: PERO MUCHACHA! 
Oye mami!

Yo: Eso no es na! Mi hijo también y se ve hermoso!

....

Pensándolo bien... La novia que usará el vestido debería mantener una distancia saludable de su familia política. 

Al terminar la conversación, sentí nostalgia de no estar cerca para ver el corsage (o elegir el color de las medias). Porque vivir fuera es perderse lo malo por fortuna y lo bueno por desgracia.

En Puerto Rico no tengo el placer de sostener "en directo" ese tipo de conversación absurda y vulgar que tan bien le hace a la preservación de mi acento. 

Me descubro en un viaje, pensando en mi propia boda. 




Recuerdo un pariente borracho, que con su realidad trastocada por el alcohol, llevaba a su hija de la mano (una mujer hecha y derecha) y se la presentó a Raúl como su "preciosa hija soltera".... Cómo para qué? Pregunto yo. La joven, muerta de vergüenza y Raúl pensando que es un asunto cultural eso de presentarle a otras mujeres en edad casadera a los recién casados.

Durante la ceremonia a alguien se le ocurrió decir que vio por los pasillos a cierto ex con cara de lunático. Lo que provocó una movilización rápida y misteriosa en pro de evitar un "atentado matrimonial".
Estoy segura que esto solo pasó en la mente del que asegura que lo vio.

Tuve la dicha de casarme en una boda especial oficiada por el padre Rogelio, un sacerdote revolucionario, que tira piedras a la policía y lleva un afro bohemio y barba crecida. Todos los dominicanos lo conocen, así sea por las noticias (es un Tito Kayak pero con menos "show" y más acción). Mi suegra, por supuesto, no lo conocía. Él se le sentó al lado y ella casi literalmente salió corriendo asustada por el "deambulante" que se había colado e inició gestiones para que lo sacaran del lugar -Ehhhh.... Sí, al padre-.


Esta y otras anécdotas, yo las supe después. Cuando entre risas, improvisamos un Happy Hour para despellejar la fiesta. 

Siete años más tarde, le toca a mi hermano. Se casa en Santo Domingo y yo espero asistir, con la ilusión además de ir a un salón de marquesina a estirarme los pelos y meter los pies en una ponchera de agua tibia, comer los pastelitos que venden en la Independencia y pedir antojos al colmado -de esos que aquí no se consumen "solo" porque la FDA -tan quisquillosa- no los aprueba-.

Allá me guardarán los problemas, que luego me contarán como el chiste más gracioso.  Por unos días me embriagaré con la alegría de los novios (y la champaña de la fiesta). Me "deflecaré" en la pista de baile al ritmo de merengue -como en los viejos tiempos y en las buenas bodas-. Para finalmente volver a Puerto Rico con lindos recuerdos y mi mejor souvenir:
La certeza de que pronto regresaré. Porque como todo extranjero que sale de su país con un par de lágrimas en los ojos, lo mejor de la partida es la esperanza del regreso. Así hago lo propio, y desde ya, contando los meses...











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