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Celebrando con alegría 167 años de SOBERANÍA

Hoy la República Dominicana está de fiesta, pues cumple 167 años libertad. Yo, como todos los años, saqué mi bandera y la planté en la puerta de mi casa, ejemplo de mi mamá -acto que a mí, sinceramente, me dio tres pitos y tres flautas… hasta que llegué a Puerto Rico-. ¿Por qué será que la tierra ajena nos apega más a nuestro propio terruño? Porque no vayan a creer que toda la vida fui una nacionalista. Yo también criticaba las “dominicanadas” en cada esquina. Tampoco crean que esta isla me dio ceguera selectiva, más bien, como dijo el Presidente Leonel Fernández en su discurso hoy, “yo veo la luz del sol y no sus manchas”, JA JA JA JA JA. (Sin signos de admiración, por favor. Porque admiración fue lo que menos me dio).
En fin, aquí recuerdo a mi abuela cuando decía que después del himno francés, el nuestro era el más bello y que la bandera más hermosa del mundo era la dominicana. Honestamente, no sé en qué basaba esas afirmaciones, pero con 6 o 7 años yo pensaba que habían hecho un concurso de banderas e himnos, y que en el primero quedamos arriba y que en el otro obtuvimos un honorable segundo lugar.
Además de la típica nostalgia, una razón por la que justifico mi renovado amor, es el entusiasmo de los puertorriqueños –que me rodean-. Por ejemplo, cuando aún estaba durmiendo, mis amigos María y Luiso me enviaron textos de felicitación (¿acaso hacemos eso en la República?) y se leyeron par de páginas en El Nuevo Día sobre inmigración y economía para ofrecerme un resumen a manera de regalo. Muy detallistas.
Con los vecinos es otra historia. Me encanta poner mi bandera, no sólo el 27 de febrero, sino también el 16 de agosto; porque más allá del patriotismo inherente soy loca con un protagonismo y me encanta que los vecinos se acerquen a felicitarme cuándo ven la bandera. Está comiquísimo saber que muchos desconocen lo que significa el manto tricolor en la puerta de “la dominicana”, pero verlo los lleva sonreír con timidez, señalar la bandera y gritarme: “!Felicidades!”. Todo, en ese mismo orden. Ahí yo les presento a una dominicana orgullosa.

Ayer yo celebré la Independencia en grande, sin proponérmelo. Tuve de visita a mi prima hermana Christie que vino de New York a pasar unos días en mi casa con su novio que vive en Puerto Rico. Ella me dijo toda la semana: “Estoy loca por bailar típico”. Y de verdad, yo no sabía lo que esa niña me quería decir. Pensaba que por el asunto del idioma, ella se refería al género tropical que incluye merengue, bachata y salsa.  El novio conocía un sitio en Santurce –dónde más- y para allá fuimos.
Ambas con nuestros respectivos varones, tacos altos y maquillaje nocturno, caminamos por la acera hacia la puerta del sitio cuyo nombre era algo “del parque” (¿Será por el Parque Independencia?, no sé). Desde afuera se escuchaban las notas de un merengue y un corillo que decía: “que levanten las manos las mujeres que no tienen marí´o!!!! (marido)”. Yo no levanté la mano, pero se me elevó el espíritu.
Entramos y en dos segundos me sentí en casa. El tipo con gafas oscuras (en la noche y bajo techo); el mega acicalado con zapatos de dos tonos; el que tiene pareja y te mira sin disimulo; el que NO tiene pareja pero no parece importarle que andas con la tuya y el que baila con la mujer de muchas carnes y mira desde la pista al público que lo observa, como diciendo: “viste que bueno estoy?”.  Sí, definitivamente, estaba en casa.
Alguien toma el micrófono y da la bienvenida a los dominicanos (empieza el griterío), luego que levanten la manos los puertorriqueños (tres gatos), sin contar a Raúl que ni muerto alzaba la mano. Yo hice mi bullita, pero debo reconocer que yo desapruebo el levantamiento de manos en grupos sociales; como si estuviéramos en una terapia de rehabilitación o en clases escolares. Pero qué rayos, o me integro o me largo.
El discurso del tipo estuvo mejor que el de Leonel Fernández, hoy. Dijo, entre otras cosas, que debemos sentirnos orgullos de habernos “librado de los haitianos... Digo, de nuestros hermanos los haitianos”. “Y de to´lo paíse´de to´el mundo” (en mi blog, sólo yo recreo acentos). A ese son, arrancó un Perico Ripia´o en vivo y a todo color. Agarré a Raúl por un brazo y le dije: “ven, vamos a bailar Mujer Chiflera”. El pobre hombre no entendía muy bien como sería el movimiento de pies y cadera; pero cuando tocaron “El farolito” ya estaba en la onda correcta.
No espero ir todos los sábados, pero de vez en cuando me daré una vuelta, para no olvidar ni por casualidad, de donde vengo.
Aprovecho para tomar prestados unos versos de Juan Luis Guerra. Perfectos para citarlos hoy y sentirlos en el corazón todos los días que nos quedan por vivir dentro o fuera de la República:
“La patria es el lugar donde la tierra forma parte de nuestra piel y el aire parte de nuestro aliento, es el lugar que nos pertenece y al que pertenecemos.

El único sitio en todo el mundo en donde no somos extranjeros. Nuestro país necesita de nuestro amor y de nuestros sueños, puede morir de soledad o florecer entre canciones.

Construyamos un sueño que sea nuestro, un sueño que no necesite visa.

3 comentarios:

Mari Mendez 3 de marzo de 2011, 22:52  

Amiguita, solo puedo decirte que aún tengo la piel erizada de emoción!

Pät 13 de abril de 2011, 17:01  

Ay mi Cristinita, me encantó. No había tenido la oportunidad de leerlo hasta hoy, que buscando otro de tus escritos, di con éste.

Cristina 13 de abril de 2011, 19:50  

jejeje! Qué bueno Pat!!!! Gracias :)

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